Pasamos angustiantes horas inmersos en la contemplación de nuestra carta de presentación, aquellos éxitos que van a preceder nuestra entrada y serán capaces de excusar nuestras "obvias deficiencias". Con este constante proceder, sin embargo, estamos peligrosamente conectando nuestro sentido de valor propio a la admiración que seamos capaces de evocar en los demás. Qué va a ocurrir el ineludible día que nos toque una vez más ser el peor músico de la banda?
We can't be everything
for everyone.