Desde muy pequeños, nuestras decisiones y desempeño están influenciados directamente por aquello que nuestro entorno está dispuesto a ofrecer a cambio. Por ejemplo, los padres que ofrecen comprar aquella consola de videojuego a su hijo si este aprueba todos los cursos al finalizar el año escolar. La intención original de los que nos rodean es motivarnos para seguir avanzando; el gran problema es que muy a menudo terminamos (mal)acostumbrándonos a que siempre exista un agente externo dispuesto a darnos el estímulo que necesitamos para dar el siguiente paso. Qué va a ocurrir con aquel niño cuando crezca y no haya nadie que le ofrezca el nuevo producto de Nintendo por su próximo logro?
Démonos cuenta.
Démonos cuerda.