domingo, 2 de febrero de 2014

Millennial planning


Cuando por fin sabemos qué es lo que queremos y por qué lo queremos, el ímpetu de ir a por él es la fuerza más poderosa capaz de hacernos dar el salto y disfrutar la explosión de sentir que todo ciertamente depende de nosotros mismos; sin embargo, al emprender la travesía debemos ser muy conscientes de lo siguiente: "Una misma flecha sólo podrá llegar hasta cierto punto", es decir, los recursos con los que contamos ahora únicamente serán efectivos para llegar hasta cierto punto del trayecto; el trecho restante depende de lo desarrollado en el camino.

Un Millennial
ambicioso 
y prudente.


A nuestra impaciente generación le es difícil mantenerse interesada en proyectos que exhiben resultados tangibles a largo plazo, de hecho, si no obtiene un feedback casi constante entonces fácilmente se frustra, se desanima y, finalmente, abandona lo emprendido. Surge la natural pregunta: "Acaso es mi 'gran meta' demasiado grande como para ser alcanzada?". La respuesta es que hay varios factores a considerar, notablemente depende de cómo hemos dividido nuestra meta en niveles, depende del tiempo que estemos dispuestos a seriamente invertir en ella (pues demanda un considerable nivel de disciplina), y depende de cómo evolucione nuestro camino.

Nos toca subir 
simultáneas escaleras
de habilidades.

Por lo mismo que ansiamos resultados a corto plazo se hace indispensable que la meta esté dividida en niveles, los cuales son simplemente una descomposición realista tomada de la cadena jerárquica de dependencias que tiene nuestro objetivo. Asimismo, podemos identificar un número de líneas jerárquicas alternas traducidas en cursos de acción que permiten ser abordados simultáneamente. Al final de cada "mini-meta" podemos contrastar cuánto, con respecto al resultado esperado para este "pequeño" nivel, hemos efectivamente logrado y así felicitarnos o reformar nuestra práctica. De esta manera, nuestro ímpetu en lugar de desvanecerse con el tiempo, se renueva.

Por ejemplo, si deseamos llevar una maestría en Francia, uno de los requisitos posiblemente será tener una sólida base en el idioma francés lo cual no ocurre ni en ocho y en cincuenta horas de clases; ocurre al alcanzar el nivel A1, después (y sólo después) el nivel A2 y así progresivamente hasta llegar al nivel de proficiencia C2. Nótese que los méritos académicos para nuestro objetivo hipotético de llevar una maestría producen también su propia cadena de dependencias, sin embargo ellas permiten ser perseguidas paralelamente (distribuyendo el tiempo apropiadamente) con la línea de dependencia determinada por el aprendizaje del idioma. 

Desarrollemos 
disciplina y flexibilidad.

Mientras el papel crucial que juega la disciplina para llegar a lo propuesto es consabido, el factor de adaptabilidad ante la evolución de nuestro camino es un poco más abstracto, incluso a primera vista aparentemente opuesto al compromiso. Sería muy ingenuo pensar que todo lo decidido para el futuro lo escribamos en piedra; lo cierto es que a medida que el tiempo transcurre y cultivamos más conocimiento, nuestras prioridades y visión son susceptibles a experimentar una reconfiguración o incluso una completa revolución: "Los sueños también pueden cambiar". Después de todo, es especialmente en esta época del mundo en la que sólo quienes se adapten mejor tendrán la oportunidad de evolucionar a la par con los cambios.

"Nadie me quita lo bailado
mas, en general, 
"Nadie más me quita lo aprendido".

Aunque el "qué hacemos" cambie con el tiempo y tecnología, nuestro apasionado "por qué lo hacemos" seguirá vigente como la fuerza interna que nos mueva en la dirección de la contemporánea meta. Debemos seguir en la carrera hacia lo que anhelamos, ya no necesariamente para alcanzarlo sino primordialmente porque es en el camino donde uno realmente crece. Recordemos que aunque la destinación pueda cambiar, es la experiencia conseguida en cada trecho la que nos permite poder dar inicio al siguiente.

Feliz febrero, my friend.